viernes, 16 de septiembre de 2011

Extraño Modo, de mi Autoria.

Hoy voy a compartir un cuento de mi autoria para dar festejo a las 1000 visitas a este blog y hay dos cosas que me resulta extrañas, o mejor dicho tres, en esto. Uno, la extrema cortesía de mi ignorancia. Dos, festejar un simple numero estático. Y tres, lo  vanidoso del hecho, teniendo en cuenta mi baja autoestima.

El cuento es muy simple, podrán ver: un encuentro casual, el posterior desencuentro, el deseo de volver a verla y al final bla bla bla bla... Una PAPA. Espero que les guste esta pequeña historia de amor.


Extraño modo

Aquel viernes, sin entender aún por qué era viernes o sin siquiera creerlo, di con lo cierto, es viernes dije, y corrí... Eran las dos en punto de la madrugada y sin detenerme, sin pausas, sin descanso ni desventuras, volteé en una esquina cualquiera, una de esas oscuras, zurda esquina militante de la soledad, procuradora del hostil miedo de lo oculto, y allí, debajo del rocío que bañaba a un sinfín de pequeñas avionetas que se atiborraban a un tenue farol, dispuestas a traspasar de un golpe el cálido vidrio de la no libertad, justo allí, estaba ella. Feliz como turista en una ciudad que aún no existe y espera el rescate, las medallas, el eterno recuerdo de un sueño bien soñado. Pasé por su lado, justo entonces imaginé retroceder y pasar por su lado nuevamente, para volver a hurgar por debajo de su perfume comprado y oler su piel, desde adentro, desde más abajo. Dos pasos después, dos o tres tal vez, uno no, cuatro demasiado. Dos pasos, los suspiros como la agitación de mis dedos, incontables. Giré. Rápido. Bruto. No había escapatoria al impulso de decir algo que hiciera que me mirara, algo que se pudiera llevar de esa ciudad-esquina al mundo de las corbatas de seda. Disculpe ¿sabe que día es hoy? Rápido. Torpe. Me miró sorprendida y dijo, creo que es viernes. Sonreí, eso era ella, un sueño de viernes por la noche en una noche que no se parecía del todo a esa noche.

Al día siguiente de no recuerdo qué día pasado y viviendo de ese extraño modo de no entender de días, siempre tarde, siempre frío, lento, oscuro, escaso... caminé. Caminé como caminan los señores elegantes, con los pies sobre la tierra y las manos en las muñecas, pasé por esquinas enamoradas de ellas mismas y hasta, creo, compré un atado de cigarrillos para quemar ideas de rebelde monaguillo de lo ateo.

Pero el viernes siguiente por la madrugada corrí sin luces rojas ni cadenas, sin rutinas... corrí. Durante meses todos los viernes, sin entender por qué los viernes llegan lentos y se van corriendo, corrí...

Tardé un instante más de una eternidad, un instante menos al olvido, tardé quizás lo justo para no volverme loco. Tardé lo que tardan los relojes en tomar impulso, tardé como un año de solo viernes, tardé diez canas, una muela, cinco kilos. Llevaba la misma camisa azul, distintivo para un encuentro de conocidos de ninguno. Me detuve, torpe, bruto, la miré, la acaricié un segundo con mis pestañas desde lejos, y corrí… no me animé a preguntarle nada, temí que no fuera viernes ni ella un sueño.

Leandro Del Arco

8 comentarios:

  1. Y justo lo subís a tu blog hoy que, casualmente o no, es viernes. Sabés que me gusta mucho.
    Un beso.

    Graciela

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  2. Casualmente! además viste la ortografía que tiene, impecable!

    Un Beso. Leandro.

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  3. Hola Leandro, me gusto mucho tu cuento.
    Tu forma tan personal de escribir hace que se pueda saber que un texto sea tuyo aunque no aparezca en tu blog, ni pongas tu nombre al final. Muy Bueno!

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  4. Bueno, me siento muy alagado por tu comentario, lastima no saber tu nombre para colocar la energía del agradecimiento en la palabra justa.

    Un beso, Leandro.

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  5. Very nice KB!
    Una canción para después de la lectura:
    http://grooveshark.com/#/s/Viernes/2CrLkc?src=5
    :D

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  6. Grande Cholo!!! Te mando un abrazo. Buen tema.

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  7. Muy bueno tu cuento Leandro! Como tyodo lo que escribís...me gustó mucho espero poder llegar con mi comentario ya que lo quise hacer anteriormente y no pude

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