lunes, 4 de abril de 2011

Microcuentos, literatura 2.0 ?

Si bien se habla mucho del microcuento (o microrrelato) como algo propio del modernismo, la literatura breve existe desde siempre. Tenemos claros ejemplos como fábulas que tienen miles de años,  a Jesús con sus Parábolas, o el mismísimo Dios con su tan conocido "Borges y yo" entre otros.


A mí, particularmente, es una de las formas de la literatura que más disfruto, siendo su opuesta, la novela, a la que más le escapo. Un claro síntoma de mi vagancia.

Les dejo ahora tres microcuentos, o cuentos breves, o cortos, o como joraca sea. El primero es de Cecilia Vetti, escritora que actualmente tiene un taller literario en el Teatro Ensamble de Banfield, otro de Borges y por ultimo uno de un escritor chileno que no conozco pero que es mi favorito. Basta de chacharas y vamos a los cuentos:

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Mi hombre

Está dormido, su piel reluce como si fuera de mármol negro. Quisiera ser bruja y poder apoderarme de sus sueños. Ríe, seguramente soñará con la otra, esa cabra loca que le ronda por las noches. Sonríe, se babosea de placer, se crispa, vuelve a crisparse, el deseo le recorre el cuerpo y lo arquea. Es como si estuviera poseyendo a un fantasma. Sus labios se abren, suspira, y se deja ir en un grito ahogado.

Ahora se ha quedado quieto, pero su cara tiene un gesto de contrariedad, está llorando, sufre. Pobre mi negro traicionero. Mala mujer, mal nacida, comportarse así con mi hombre después del buen rato pasado. Si es para no creer, seguramente se habrá ido con otro. ¡Cabra loca! Algún negro ladino se la habrá llevado. Mire que despreciar así a mi hombre.

Ya duerme como un ángel, sin perturbarse. Cuando despierte me mirará desconcertado, asegurándome como siempre, que el nunca sueña.


Cecilia Sonia Vetti

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Diálogo sobre un diálogo

A. –Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Comparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja… Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.
Z (burlón). –Pero sospecho que al final no se resolvieron.
A (ya en plena mística). –Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.

J. L. Borges

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Padre nuestro que estás en el cielo

Mientras el sargento interrogaba a su madre y su hermana, el capitán se llevó al niño, de una mano, a la otra pieza...
- ¿Dónde está tu padre? - preguntó
- Está en el cielo - susurró él.
- ¿Cómo? ¿Ha muerto? - preguntó asombrado el capitán.
- No - dijo el niño -. Todas las noches baja del cielo a comer con nosotros. El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al entretecho.

José Leandro Urbina

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2 comentarios:

  1. Buenos, todos muy buenos, Leandro.
    Graciela

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  2. Yo también soy muy bueno. Más bueno que Dios. Con decirte que el otro día me acerqué a una higuera, y tenía higos. Me comí como cinco. Eso a Jesús no le pasaba.

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