viernes, 3 de junio de 2011

Una Noche, de Asunción Silva. Puro RITMO.

Un muy bello poema de José Asunción Silva. Un hermano colombiano, Poeta del siglo XIX. Es genial como maneja el ritmo de este poema, cosa que particularmente me obsesiona. Y en el ritmo pone la rima, ya no con la rigidez de una estructura muy visible.

Hay veces en las que creo que el lenguaje en su nacimiento era música, canto, como es el caso de los pájaros. Luego el hombre lo fue perdiendo junto con otras cosas mientras evolucionaba en otras. De modo que tubo que buscar la forma de llenar ese vacío, formas de imitar aquello. Por eso hay música todo el tiempo en nuestras vidas. Miramos el mar y vemos música, damos un beso a un ser amado y provocamos un sonido.
La poesía es un milagro en esa búsqueda.

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Una Noche

    Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas,
    Una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,
      muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
    caminabas,
    y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
    y tu sombra
    fina y lángida
    y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban.
    Y eran una
    y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
¡y eran una sola sombra larga!
    Esta noche
    solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
    por el infinito negro,
    donde nuestra voz no alcanza,
    solo y mudo
    por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
    a la luna pálida
    y el chillido
    de las ranas,
sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
    ¡entre las blancuras níveas
    de las mortüorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
    Era el frío de la nada...
    Y mi sombra
    por los rayos de la luna proyectada,
    iba sola,
    iba sola
    ¡iba sola por la estepa solitaria!
    Y tu sombra esbelta y ágil
    fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
    se acercó y marchó con ella,
    se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!...